miércoles, mayo 21, 2008


INCLUSIÓN SOCIAL PARA LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

Por Ana Bélgica Güichardo Bretón.


Para hablar de inclusión tenemos que saber qué significa esta palabra. Originalmente, proviene del latín inclusio onis, que significa conexión o amistad con alguien.

Cuando ustedes hacen amistad con otra persona, ¿cómo se comportan? ¿Son solidarios? ¿Reconocen las diferencias? ¿Valoran los aportes de cada uno en ese espacio intangible que surge de la complicidad? La inclusión social tiene un sentido similar, es reconocer en los grupos sociales distintos el valor que hay en cada diferencia, el respeto a la diversidad, y el reconocimiento de un tercero vulnerable, con necesidades específicas que deben ser saciadas para que pueda estar en condiciones de igualdad y disfrutar de sus derechos fundamentales.

Pero en lo tangible estamos lejos de tener una sociedad justa, equitativa y solidaria, una sociedad donde todos por igual estemos incluidos. Es por esto por lo que nos centraremos en el reconocimiento de esa exclusión, como camino para plantear algunas pistas en tono de desafíos para comunicadores jóvenes en este hemisferio.

La exclusión tiene su origen en la composición de la actual estructura formada por una polifonía de carencias, que es ancestral y compleja y que tiene matices culturales, sociales, informativos, digitales, educativos y económicos.

Esta polifonía de carencias en una consecuencia directa del desarrollo asimétrico en todos los órdenes, e implica la legitimación de las desigualdades sociales.

Si nos situamos en el año 1997, ya la CEPAL hablaba de una pobreza aguda en América Latina y situaba en cerca del 65% el número de latinoamericanos que vivían en ese entonces entre pobreza y pobreza extrema. Los resultados de investigadores recopilados en el libro Inclusión Social: Una Perspectiva para la Reducción de la Pobreza[1] no son nada esperanzadores, pues evidencian que en la región se está experimentando un incremento entre las diferencias económicas y sociales. Algunos casos donde hay una disminución leve de la pobreza, es relativizada, porque el porcentaje de pobreza se ha analizado con un incremento en el número de pobladores “del 41.8 por ciento, en 2001, pero en términos absolutos creció el número de habitantes que se situaba por debajo de la línea de pobreza, y pasó de 190 millones en 1990 a 209 millones en 2001”[2].

Y lo vemos reflejado en el Documento de Trabajo de la XIII Conferencia Iberoamericana de Educación celebrada en el 2003, que dice: “Las diferencias de bienes y recursos económicos son tan importantes como para haber constituido el fundamento de buena parte de los procesos de exclusión registrados históricamente, pero lo cierto es que no llegan a explicarlos totalmente”. Los ministros de educación de Iberoamérica concluyeron en la Declaración de ese encuentro que la exclusión se genera por diferentes causas, pero que en gran medida el problema puede ser tratado desde el ámbito educativo, indicaron de qué manera debe hacerse y cito: “Que una educación de calidad para todos debe garantizar no sólo el acceso y la permanencia de niños, niñas y jóvenes en la escuela, sino también la igualdad de oportunidades para un desarrollo humano integral y un aprendizaje pertinente”[3].
Nuestra escuela pública no termina de desarrollar procesos educativos estructurales, seguimos apegados a los paradigmas de la politiquería tradicional, y haciendo engordar el lucrativo negocio de la educación privada, desde el propio Estado.

Pero la exclusión se evidencia de una manera dramática en el fenómeno que más se ha popularizado a partir del siglo XX, en las migraciones, que dejan ver todo el refajo de la pobreza extrema, que marca el trato de martirio que padecen millones de mujeres, ante la mirada de los medios de comunicación.

A este cóctel de desigualdades se suma una aparente “bonanza” de nuestras sociedades de consumo, y sobre todo un consumo dirigido a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, aunque está demostrado que el acceso a una computadora no reduce los niveles de pobreza, y esto se puede evidenciar en nuestra región donde cada día se incrementa una importante inversión económica por parte de nuestros gobiernos por llevar computadoras con Internet a los rincones más alejados de las ciudades, además de lo que se genera en el sector privado. América Latina está consumiendo grandes cantidades de aparatos tecnológicos de comunicación, sin embargo todos los días se profundizan más las diferencias sociales, los abismos que separan al 10% de la población que se queda con más del 80% de las ganancias del capital, del 90% de los pobladores y pobladoras que deben repartirse el 20% restante de las riquezas. Según el francés Jean Zeigler, para el 2002 el 20% más rico del planeta acapara más del 80% de la riqueza y consumen el 60% de la energía. En el otro extremo, más de 1.000 millones de los más pobres deben repartirse el 1% de toda la riqueza[4].

Aunque no soy experta en matemáticas, la realidad demuestra que no hay que serlo para darse cuenta de que esta suma y esta división, no son en absoluto equitativas.

Miguel Prado Lima, Jesús Salinas y Adolfina Pérez García compartieron un estudio sobre los Fundamentos Teóricos y Económicos para la Reducción de la Exclusión Social Digital[5], en el que dan cuenta que “según la Administración de Información de Telecomunicaciones Nacional, de Estados Unidos, las minorías se retrasan detrás de los blancos, incluso al mismo nivel de ingreso, con respecto a la propiedad de una computadora” y aquí hacen la aclaración de que los gobiernos estadounidenses realizan registros con características raciales, tal vez para aclarar un poco por qué los blancos van delante. Esto, según ellos, sirve para refutar el argumento de que la economía es la única barrera para superar la brecha digital, pero también deja abierto el camino para otros cuestionamientos que ellos mismos delimitan: ¿qué otros factores contribuyen a que exista esta brecha? Y también se puede agregar otro cuestionamiento más ¿Cómo podemos contribuir desde los medios de comunicación -como grupos de presión- a que estas tecnologías contribuyan con una mejor distribución de las riquezas, de la educación y de la cultura?


El concepto exclusión social en los países miembros de la Unión Europea se ha tratado de manera superflua, según lo establece el investigador Joan Subirats, especialista en políticas públicas y en temas de gestión e innovación democrática, en el libro Un paso más hacia la inclusión social[6], editado por el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas, de la Universidad Autónoma de Barcelona, este estudio indica que los estados europeos “han tendido a minimizar la extensión del fenómeno, identificándolo como un problema que afecta a sectores reducidos de la población, que se encuentran en una situación de gran precariedad en la que se acumulan carencias de diversa índole” y se explica según él, porque existen diferentes formas de delimitar la pobreza desde cada cultura en esa región.


El Programa de las Naciones Unidas tiene una definición de desarrollo, que en su concepto debería ser de inclusión económica, que define si un país es desarrollado relacionando cuánto cuesta la canasta básica promedio de un hogar y la relación con el sistema económico, y sitúa en un nivel de indigencia a quienes están 50% por debajo de la adquisición de este mínimo establecido.


Para los organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo por ejemplo, la exclusión social es una escasez crónica de oportunidades y de acceso a servicios básicos de calidad, a los mercados laborales y de crédito, a condiciones físicas y de infraestructura adecuada, y al sistema de justicia. Pero creo que en el contexto de nuestra región todos y todas estamos de acuerdo en que el desarrollo es mucho más que un fenómeno económico y que es tiempo de abordar con seriedad el sentido de equidad y de justicia social del que hablaba Jesús hace más de dos mil años.

Es importante que nos demos cuenta de que este paseo que estamos dando por todos estos estudiosos del tema de la inclusión social en diferentes continentes, tiene sentido para todos, porque debemos contextualizar lo que sucede en nuestro entorno próximo, discutirlo y compararlo con estos datos que nos ofrecen las fuentes oficiales.

Definitivamente no nos ponemos de acuerdo, y no tenemos que ponernos de acuerdo en todo, no hay que señalar recetas estériles. Tenemos un imperativo que nos enseña que el debate, el disenso, debe ser parte importante del proceso educativo de nuestras sociedades.


Decía Paulo Freire que en los procesos de capacitación en los que desarrolló su Pedagogía del Oprimido, uno de los aspectos que observó y en los que analizó el papel de la concienciación en el individuo, fue el del “miedo a la libertad”, y decía: “No son pocas las veces en que los participantes de estos cursos, en una actitud con la que manifiestan su ‘miedo a la libertad’, se refieren a lo que denominan el ‘peligro de la concienciación’. La conciencia crítica, señalan, es anárquica. A lo que otros añaden: ¿No podrá la conciencia crítica conducir al desorden? Por otra parte, existen quienes señalan: ‘¿Por qué negarlo? Yo temía a la libertad. Ya no la temo’”[7].


Tengo ciertas sospechas de que quienes están alarmados por los cambios que se están generando desde nuestra región latinoamericana reflexionan de una manera semejante a la que reflexionan los que Freire señala en su Pedagogía del oprimido, hay un miedo a la libertad generado por una conciencia crítica que ha dejado de temer.

Estamos frente a un gran reto, la exclusión social es multifacética, y ha sido generada por una “polifonía de carencias” que se combinaron a través de décadas de postergaciones en todos los órdenes, que estamos conminados a estudiar a fondo y a no dejar de lado ninguno de los elementos que intervienen en este abandono, por el que sufren los más pobres que en nuestra región no son las minorías, que están presionando a los estados “ricos” - y los pongo entre comillas porque la riqueza de esos países es una falacia mientras existan en ellos grandes bolsones de pobreza- pero es este llamado al diálogo que hace que la Unión Europea para solucionar los problemas de escasez de alimentos, ocasionada, principalmente, por la producción de biodisel por parte de Estados Unidos, una sintomatología de este miedo al “ya no le temo”.

No estamos ante una posible hambruna, aunque los países ricos la presienten, ya hemos convivido con ella, el hambre es cosa de todos los días en nuestro continente, la hemos hecho parte de nuestra vida.

Este es un reto para un buen periodista, anticiparse a las consecuencias, desnudar los orígenes, contextualizar en su propia cultura lo que han sido experiencias buenas o amargas para otros países y darle a la gente la posibilidad de actuar.

Recientemente en un incidente confuso en el que varios policías dominicanos ejecutaron a cinco personas en una misma calle, una mujer que lloraba la muerte de su marido, gritaba en medio de la desesperación: “Déjenme hablar, yo no vivo en Cuba”. La joven periodista Edith Febles, estuvo con ella, narró todo cuanto le ocurrió a esa población, y sólo así se supo del martirio de esos excluidos, porque sólo así se conoce la indignación. La catarsis de Edith Febles no fue breve, ella se identificó con esa mujer, compartió parte de su sufrimiento, no cargaría con aquella indignación ella sola, y con lo que podía responder, respondió. Al día siguiente muchos leímos de la pluma de esta reportera el retrato de la exclusión, y la reflexión de Edith Febles sobre el constante atropello al que están expuestos a diario los desposeídos nos da una idea de la actitud de los medios ante esa exclusión: “Es cierto señora, usted no vive en Cuba, si usted viviera en Cuba, habría salido por CNN, su caso sería condenado y repudiado por las grandes potencias, y tendría una respuesta contundente de su lado”. Este trabajo de una periodista consciente, generó una respuesta inmediata de las autoridades, aunque siempre con matices, la presión de que todos los periodistas y los medios contaban con esta información de primera mano, ya no había forma de esconder la indignación, fueron llevados a la justicia civil los responsables de la matanza. Esto es un ejemplo de cuánto podemos hacer con las herramientas tecnológicas con que contamos.

El trabajo de un comunicador no se puede limitar a la sala de redacción o a la cabina, hay que salir al encuentro de la vida, que significa encontrarse de frente con todas las vidas, se trata de no permitir que ese retrato quede hecho a medias, de evitar que la exclusión sea excluida de los medios.

Tenemos que comenzar a pintar el panorama con lo que tenemos, no es solamente la tecnología, es el ingenio del periodista la mejor herramienta para sacar a la luz esa exclusión que muchos quieren mantener en las sombras.

[1] Fleury, Sonia Artículo de Inclusión social democracia deliberativa en América Latina. Inclusión Social: Una Perspectiva Para La Reducción De La Pobreza, Rocío Del Carmen Canudas y Marcos Lorenzelli. http://www.zamorano.edu/carreras/indes/inclusion%20social%20honduras2.pdf#page=11

[2] Idem, página 194.
[3] Documento de Trabajo y Declaración de Tarija, (4 y 5 de septiembre de 2003) XIII Conferencia Iberoamericana de Educación. Tarija, Bolivia.

[4] Ziegler, Jean, (septiembre 2002) Los Nuevos Amos del mundo y los que les resisten, Ediciones Fayard – París.

[5] Prado Lima, Miguel; Salinas, Jesús y Pérez García, Adolfina. Nuevos Fundamentos Teóricos y Económicos para la Reducción de la Exclusión Social Digital. El caso del Tsunami Asiático 2004. Proyecto Igualdad e Inclusión Social Digital, Grupo de Tecnología Educativa, Universitat de les Illes Balears, España. http://www.prodei.net/

[6] Subirats, Joan. (Madrid 2003), UN PASO MÁS HACIALA INCLUSIÓN SOCIAL, Instituto de Gobierno y Políticas Públicas, Universidad Autónoma Barcelona Cat. de C. Política UAB. Dir. del IGOP-UAB.© De la edición: Plataforma de ONGs de Acción Social, Depósito Legal: M. 3.678-2004 Imprime: Gráficas Arias Montano, S. A. 28935 MÓSTOLES, página 22

[7] Freire, Paulo. (1972), Pedagogía del oprimido, Pedagogía del oprimido, Ed. Tierra Nueva y Siglo XXI Argentina Editores, Buenos Aires. http://www.elortiba.org/

Otras fuentes consultadas:

Artículo: Inclusión digital sobre software libre: El caso de la Isla de Miel. Ester Kaufman
http://www.links.org.ar/infoteca/softlibre-islamiel.rtf

Políticas para la inclusión social mediante Tecnologías de la información y la comunicación. Iolanda García González
http://www.usal.es/~teoriaeducacion/rev_numero_06/n6_art_garcia_iolanda.htm

Informe De Avance De Las Actividades Del Programa De Trabajo Estadístico Internacional Para América Latina Y El Caribe, Julio 2003-Junio 2005, http://www.eclac.org/scaeclac/documentos/lcl2113rev1e.pdf

Exclusión Social y reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe / Editores Estanislao Gacitúa, Carlos Sojo,Shelton Davis. 1a. ed.-- San José, C.R. : FLACSO : Banco Mundial, 2000. ISBN 9977-68-110-4